miércoles, 2 de diciembre de 2009

Artículo periodístico

La historia que voy a contar ocurrió un sábado por la mañana, la semana anterior a Semana Santa.
Ana, una bordadora cofrade que trabajaba en un taller de bordados, se dirigía a comprar hilo de seda porque necesitaba terminar el trabajo que estaba realizando: una saya para la virgen del Amor que debía estar terminada antes del domingo.
Cuando ella intentó cruzar por el paso de cebra para llegar a la mercería tropezó con el bordillo del acerado con tan mala suerte que se cayó al suelo. Quedó tumbada en la calzada. Intento levantarse rápidamente sin ayuda de nadie, pero le resultó imposible. De inmediato, se presentó una pareja de policías locales, la atendieron y llamaron a una ambulancia para que la vieran.
Cuando llegó la ambulancia Ana estaba en estado de shock: no podía dejar de pensar en terminar la saya, que tenía que ir a la mercería antes de que dieran las dos de la tarde porque a esa hora cerraba, y que no tenía ningún daño aunque le dolía el brazo. El servicio sanitario la atendió, y le recomendó que fuera al hospital para que allí le hicieran una exploración más profunda del brazo, pero esta se negó. Se bajó de la ambulancia, pegó el brazo al cuerpo y siguió su camino hacia la mercería. Con el pantalón y el tacón del zapato derecho rotos, rasguños de sangre en la cara y en la pierna, y con un brazo que apenas podía mover. No había nadie que la parase.
De vuelta de comprar, el dolor era cada vez más intenso. No podía mover el brazo, pero ella seguía en sus treces que debía terminar el trabajo. Al llegar al taller, la cara de Ana era de dolor, pero valiente y dura decidió seguir con su labor. Como vio que no podía, que estaba perdiendo fuerzas en el otro brazo, y el brazo que no podía mover lo tenía cada vez más hinchado, decidió llamar a su marido para contarle lo sucedido. Este de inmediato se presentó en el taller y la llevó al hospital.
Allí le hicieron miles de pruebas, entre análisis de sangre, orina, radiografías…tras ocho horas divagando de un especialista a otro, decidieron mandarla a traumatología para que le dieran el diagnostico definitivo. Entonces, un medico de avanzada edad a punto de la jubilación con ayuda de una joven enfermera en prácticas, decidió acabar con el dolor de Ana y le escayoló el brazo izquierdo desde la altura del humero hasta los huesos metacarpianos de la palma de la mano. Y decidió darle el alta, con el siguiente diagnostico: rotura o desviación del radio tras una fuerte contusión, lesión en el húmero y hematoma en la parte posterior del antebrazo e inflamación de todo el brazo.
El tratamiento: una caja de Myolastan 50 mg para el dolor, una caja de inyecciones para la circulación, una caja pastillas para el estomago y la escayola durante un mes.
Os podéis imaginar, el mes que pasó mi pobre madre. No pudo terminar aquella saya, no pudo disfrutar de su gran pasión la Semana Santa, y su estado de depresión era cada vez mayor.
Por fin llegó el gran día, el día que aquella maldita escayola desaparecería de su brazo. Pero no fue así. Decidieron los “especialistas” dejar la escayola durante un mes más. El estado de mi madre cada vez era peor, se sentía inútil sin su brazo, intentaba crearse artimañas para no tener que depender de nosotros pero no veía resultado. Aun así, le seguía doliendo.
Desesperados, decidimos buscar a un médico, a un verdadero especialista en traumatología, que nos confirmara o refutase el diagnóstico. Nos costó encontrarlo pero lo encontramos. Y tras nueve semanas con la escayola por una supuesta lesión, nos enteramos que todo eso no hubiese hecho falta ya que no sufría nada en el hueso del radio, ni mucho menos en el humero y que con una simple inmovilización de dos días el problema hubiese estado resuelto.
Pero gracias a aquel doctor titulado en no se qué Universidad, si es que tenía titulación, mi madre tiene totalmente paralizado su brazo. Aquel brazo que le servía de mucho. Ese brazo que por mucho que la operaron en tres intervenciones, y muchas horas de rehabilitación para poder conseguir moverlo, no sirvió de nada. Gracias repito de nuevo, gracias a esos doctores que la trataron, mi madre tan solo dispone de un brazo útil, ya que el izquierdo lo tiene totalmente “muerto”.

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