Dos de la tarde, me dispongo como un día más a almorzar. Sentada en la mesa del bar de debajo de mi oficina, donde todos los días como, esperando ansiosa a que venga la comida. En ese preciso instante, suena mi teléfono, descuelgo la llamada, y oigo la voz dulce de un amable caballero demandándome unos minutos para realizarme una encuesta. Por un instante pensé decir no, pero acepte a ella. El caballero se dispuso a hacerme una serie de preguntas sobre la crisis económica y yo interesada se las conteste. En mi mente le ponía imagen a esa voz, yéndome completamente de la realidad y sin darme cuenta la hora que era. Eran ya las tres de tarde y debía de entrar de nuevo a trabajar, con el estomago lleno de mariposas porque quede ensimismada de aquella voz.
Ahora todos los días a las dos de la tarde estoy pendiente a mi teléfono por si volviera a suceder.
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